Nisa Arce
Vivirás.

Seguirás viviendo largos años sólo porque te lo he ordenado. Y cada vez que abras los ojos, verás mi rostro. Cada vez que los cierres, escucharás el ruido de tu revólver. Cada vez que seas incapaz de conciliar el sueño, notarás el peso del arma en tu mano, la resistencia del gatillo al apretarlo.

Cada día que sigas viviendo, me recordarás marcando mi frente con los dedos y luego cayendo por el acantilado. Te asomarás al abismo para buscar el punto donde, bajo la furia del mar, yazco.
Pero no has de reprochártelo. Fue tu elección.

Me dijiste que harías cualquier cosa por complacer mis deseos.


Nisa Arce

Categoría: cuento / relato breve
Género: histórico - ficción
Sinopsis: Alejandro contempla la pira funeraria de Hefestión en compañía de un misterioso visitante, el cual resulta ser el testigo de Babilonia, protector de la ciudad desde hace más de trescientos años.


Nisa Arce

Sé lo que estás pensando. Y lo sé porque, aunque te cueste creerlo, he pasado por lo mismo.

Yo también llegué un día a puerto y decidí embarcarme. Por aquel entonces, Hokkaido me parecía lo más cercano a un hipotético fin del mundo. Puede que para ti ahora lo sea, pero te acabarás acostumbrando. Cuando quieras darte cuenta, el frío, el viento y estas aguas te parecerán un murmullo constante y monótono. Cerrarás los ojos y, al abrirlos, tus manos estarán agrietadas, tu piel cuarteada y tu mirada habrá perdido brillo, porque serás lo único en el entorno que habrá sufrido cambios con el paso de los años.

La vida avanza llevándoselo todo por delante, como esas medusas. Has estado un buen rato observando cómo flotan a la deriva. Se dejan arrastrar, silenciosas, tal y como hacemos nosotros. Si intentas aniquilarlas, aparecerán más, muchas más.

Tenlo presente. Tu trabajo no tiene valor. Eres como una medusa. Si te vas, vendrán otros para ser arrastrados por la corriente.

Tú todavía no lo sabes, pero es ley de vida. Y no puedes hacer nada por cambiarlo.




Llevas un rato mirándome. He fingido no darme cuenta, pero lo cierto es que me importa más bien poco.

Quiero estar en paz. Sin tener que hablar ni comunicarme. A solas yo y el mar, las redes, las criaturas que agonizan de camino a tierra firme.

No sé cuánto tiempo hace que me miras. Puede que el mismo que llevo yo observando a las medusas. No las había imaginado así. Son enormes y rojas. Hay por todas partes.

La gente las odia. Vosotros mismos las descuartizáis cuando se cuelan en las redes y matan a los peces, dejándolos inservibles para la lonja. Las arrojáis al océano convertidas en sangre gelatinosa, con la esperanza de ganar un poco de tiempo en esta invasión que no habíais previsto.
Dicen que la masacre no hace sino facilitar su multiplicación. Nadie puede afirmarlo. A veces te escucho murmurar que las medusas son la desgracia que marcará el final de tu generación. Puede que no vayas desencaminado.

Las observo fascinado y trato de aprender de ellas. Con su destrucción, se crean nuevas vidas. Quizás sea eso lo que vine buscando.

Tú deberías saberlo. Es ley de vida. No hay resurrección sin fuego, sin regreso al mar. Y no puedes hacer nada por cambiarlo.


H20
Nisa Arce
Relato ganador en el I Concurso de Relatos Cortos Hilandera 2009.

Categoría: cuento
Género: ciencia ficción / homoerótico
Sinopsis: Año 2208. En el desierto de Bangkok, el joven Hareth trata de cumplir la misión de la que depende la vida en todo el planeta, reseco por la escasez extrema de agua provocada por la industria del hidrógeno.


Nisa Arce

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La mejor memoria es un lápiz


Categoría: cuento breve
Sinopsis: Miguel, un hombre de mediana edad, regresa al pueblo donde pasó su infancia y se reencuentra con sus viejas amistades, todo con la ayuda de un simple lápiz...


Nisa Arce

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Cuento de menos de 500 palabras publicado en el blog Cuentos y cuentos.


Sigue soñando


Cada mañana, al regresar del trabajo tras su agotadora jornada nocturna, pasaba delante de los mismos lugares y veía a las mismas personas; primero, en la parada del bus, los viajeros se arremolinaban en busca de un poco de espacio, ya lloviese, nevase o hiciera un frío atroz. Luego, los barrenderos, los estudiantes, los guardias que dirigían el tráfico…

En resumidas cuentas, la ciudad ensayaba indefinidamente una coreografía con vistas a un espectáculo que nunca se celebraba. Un baile que, aunque frenético y caótico, tenía cierto encanto.

Y como cada mañana, al pasar delante de los contenedores de basura, veía el mismo par de botas abandonadas en un rincón. No eran unas botas fuera de lo común. De hecho, la piel gastada en la que estaban confeccionadas, los cordones raídos y las suelas agrietadas le daban un aspecto lo que se decía humilde.

Su casa no quedaba lejos y a esas horas acusaba el cansancio, pero cada vez que pasaba delante de las botas, dedicaba unos instantes a preguntarse cómo habrían acabado ahí y de quién serían los pies que las habían lucido. ¿Qué parajes habrían recorrido, qué pecados cometido para merecer quedarse allí, ajenas al interés y el conocimiento de los demás?

Imaginó que habían pertenecido a un montañero que, cansado de la rutina, se dispuso a recorrer las grandes cumbres del planeta sin nada más que una mochila a la espalda y su inseparable par de botas. Tras haber observado el mundo desde su cima decidió regresar al hogar, en el que sus botas trotamundos ya no tenían sentido, y allí se habían quedado, tristes y solitarias, contando su historia a todo aquel que tuviese un poco de tiempo que dedicar a la nada.

Idear un motivo con el que explicar el misterio era su ritual, su manera de otorgar descanso a la mente e ir con ilusión a la cama, en la que reponía fuerzas para enfrentarse al ciclo que, con la caída del sol, se repetiría.

Pero aquella mañana, dicho ciclo se rompió. Se sobresaltó cuando escuchó un fuerte ruido a su derecha. Uno de los encargados del servicio de limpieza del ayuntamiento le miraba con el ceño fruncido, como queriendo pedir en silencio que se apartara. Dio un paso hacia atrás y dejó que hiciera su trabajo, sin protestar cuando el hombre tomó el par de botas y las arrojó en el interior del camión.

Clavó la mirada en la del hombre y no la desvió hasta que el camión, tras ponerse en marcha, se alejó y dobló en la siguiente esquina para continuar su ruta.

La ciudad, la gente que esperaba en la parada del autobús, los guardias, los tenderos de las panaderías y los estudiantes seguían siendo los mismos. Pero le habían arrebatado su breve instante de distracción.

Sacó las llaves, abrió la puerta de casa y se tiró en la cama.

Lo único que le quedaba ahora, era seguir soñando.
Nisa Arce

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Relato ganador en el concurso El Amor Duele, de Pro Shoujo Spain.


Vacía


Él solía ponerla al despertar. La luz del mediodía me cegaba; el tacto de las sábanas eclipsaba el roce de su cuerpo, recién ido de mi lado. De fondo se escuchaba la melodía. Ahora sé que habla de añoranza, desubicación y de los recuerdos de un amor recién muerto. Estoy sola en nuestra cama, envuelta en un olor anodino, sin rastro de su esencia. La canción suena en mi cabeza como un disco rayado que repite la misma frase, cargada de sentido. "De pronto el amor se convirtió en una casa vacía".
Nisa Arce

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Microrrelato seleccionado en el Concurso de Literatura Comprimida 2008 de la Comarca de la Sidra.



Desengaño


—Vamos a ver, ¿podría volver a explicármelo?

Rosa asintió. Sus ojos se posaron sobre el cuerpo inmóvil de Stuart. Acarició su piel fría y lisa, repasando con los dedos la extensa longitud de su cuerpo.

—Pues mire —dijo—, Stuart siempre duerme conmigo en la cama. Normalmente se enrolla a mis pies, pero en los últimos días.

—Ajá —le instó él a continuar.

—…cuando despierto, le encuentro completamente desplegado en posición vertical. Su cabeza junto a mi cabeza, su extremidad junto a las mías. Y no se mueve. Es muy extraño.

El veterinario elevó una ceja sin apartar la vista de la boa constrictor. Su profesión le deportaba grandes satisfacciones, pero también momentos poco agradables como aquel, en el que debía poner trabas a la conexión mascota-ama.

—Stuart no está enfermo, señora… Simplemente, le está midiendo para comérsela.

Rosa esbozó una sonrisa nerviosa. Por primera vez desde que le adquirió en la tienda de animales exóticos, pensó que quizás los demás tenían algo de razón al alegar que no era el más indicado para ser el perfecto compañero doméstico.
Nisa Arce

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Microrrelato seleccionado en el I Premio Algazara de Microrrelatos de la Editorial Hipálage.



La calma


—Y usted, ¿cuánto lleva esperando?

—No lo sé.

—Si ha perdido la cuenta, debe ser bastante.

—O no. Aquí el concepto del tiempo poco importa.

—Entonces, lo que me está intentando decir, es que puede que lleve poco, o puede que lleve una eternidad. Total, no hay medida que permita decantarse por una u otra opción.

—Exacto.

Asiente. Mira a la izquierda, luego a la derecha. Se incorpora. Vuelve a mirar hacia la izquierda poniéndose de puntillas, como si así pudiera ver con nitidez lo que hay más allá del horizonte.

—Figúrese usted que nunca había imaginado así este lugar —dice.

—Ya. Es lo que pasa cuando lo dejan a libre elección; cada uno le da la forma que cree conveniente.

Se encoje de hombros. Si se hubiera puesto a pensar cómo creía que sería aquel sitio, jamás le habría atribuido semejante fisonomía. «Puede que sea mejor así, algo conocido», concluye.

Decide relajarse y disfrutar de las vistas. En algún momento tendrá que pasar un autobús con destino indeterminado. Quién sabe.
Nisa Arce
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Microrrelato seleccionado durante el mes de Noviembre de 2008 en el concurso de la web Microrrelatos sobre Abogados.


La receta


"¿De qué podría hacerla esta vez?", se preguntó.

Allí el tiempo libre abundaba, y las clases de cocina impartidas como terapia de reinserción social eran idóneas para poner en práctica ideas recopiladas a lo largo de la jornada. Siempre que la profesora probaba sus creaciones, se sentía como en lo alto de un estrado, orgullosa por un trabajo bien hecho. Tanto era el placer cuando la elogiaban que, incluso, dejaba de sentir rencor hacia la abogada que le había enviado a prisión con su brillante discurso de marmota y sus horribles gafas pasadas de moda.

La abogada. A veces, cuando removía el contenido de la cacerola, pensaba en ella. "Si pudiera, le rebanaría el cuello, la cortaría en pedacitos, la herviría en un buen montón de azúcar. Y prepararía una mermelada excelente, cociéndola despacio, muy despacio”.

"Total se decía, tengo todo el tiempo del mundo hasta que reúnan la fianza".

Nisa Arce

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Microrrelato seleccionado durante el mes de Octubre de 2008 en el concurso de la web Microrrelatos sobre Abogados.



Juego de niños

Vamos a ver dijo el encargado de vigilar que nadie saliera ni entrara del edificio, explícamelo todo otra vez.

El niño miró al suelo con timidez. Llevaba en las manos la toga manchada de barro.

Quería jugar con mis amigos a los héroes y... como Don Jonás tenía una capa...

Se la cogiste aprovechando que está encerrado en el despacho, adelantando trabajo resumió el viejo, dando un trago con el botijo.

El niño asintió. Las brasas que quedaban en la chimenea incrementaban el brillo de sus ojos llorosos.

¿Sabes qué? Lo mejor que puedes hacer es ir a disculparte aseguró el viejo. Don Jonás siempre defiende que la honestidad es la mejor didáctica que existe.

¿La qué? preguntó el niño.

La honestidad, hijo, la honestidad... Es un principio que no entiende de color, ni de nacionalidad ni condición. Algún día no muy lejano, lo comprenderás.